Al estar de lleno en el "Año de la Fe" que el entonces Papa Benedicto XVI proclamó el pasado 11 de Octubre de 2012, os presentamos el siguiente artículo sobre el significado de nuestra Fe, esperando sea de vuestro agrado.
Año de la Fe (1ª Parte)
Si Dios nos habla no podemos
quedar indiferentes a su Palabra. Nuestra primera postura será la del joven
Samuel: “Habla Señor, que tu siervo te escucha” (1 Sm 3,10). Cuando el hombre
escucha dócilmente la Palabra sagrada, su corazón se llena de Dios y brota
espontáneamente la fe.
La respuesta del hombre a Dios es
justamente esto: un acto de fe, no una conclusión de sabiduría humana o un
convencimiento científico. Este acto transforma la vida del hombre e implica
diversos aspectos.
Ante todo, la fe, primera de las virtudes teologales, es un don divino. Es un acto personal, libre y consciente. Nadie puede creer por nosotros ni imponernos la fe por la fuerza. Es cada uno quien debe decidirse en la intimidad de su conciencia a aceptar la Palabra de Dios y entregarse a Él. Si lo hace sabe que cuenta con la promesa de Jesús: “Os lo aseguro: quien escucha mi palabra y cree al que me envió, posee la vida eterna (Jn 5, 24).
Es un reconocimiento y una afirmación de lo que Dios ha revelado, teniéndolo como verdad inconmovible. La fe implica un acto de confianza y seguridad en Dios, en quien ponemos nuestro máximo amor y nuestra máxima confianza, pues, como dice San Pablo: "la fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de las cosas que no se ven” (Hb 11, 1).
Los textos que nos remiten a la
Primera Alianza están recorridos por el dinamismo de esa actitud fundamental
que es la fe. Por ellas se distingue el padre del pueblo, sus guías, sus
profetas y sus fieles. La fe orienta sus decisiones y marca el tono de su
oración.
La fe en el Dios de la Primera Alianza
Antes que nadie es preciso
mencionar a Abraham: "Creyó Abrán al Señor, y el Señor lo anotó en su haber" (Gén
15,6). El recuerdo de esa actitud del patriarca influirá para siempre en la
historia de su pueblo. Su fe será modélica para su pueblo. Pero también habrá
de iluminar la fe de los creyentes de las tres grandes religiones monoteístas.
Se puede afirmar que, a partir de Abraham, creer es fiarse de Dios y de su
palabra, vivir la vida como itinerancia, pendientes siempre de su palabra y de
su promesa.
También la figura de Moisés
resulta paradigmática. También él es invitado a creer en un Dios que llama y
ofrece un proyecto de liberación para su pueblo. A pesar de las dificultades
históricas y de sus propios titubeos, Moisés mantiene la confianza en el Dios
que se le mostró en el fuego del monte Horeb.
La catequesis de la Iglesia
"Por la fe el hombre se entrega
entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y
voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela. Para dar respuesta a esta
fe es necesaria la gracia de Dios (…)
Para que el hombre pueda comprender cada vez más profundamente la revelación, "el Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe con sus dones" (DV 5).
Para que el hombre pueda comprender cada vez más profundamente la revelación, "el Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe con sus dones" (DV 5).
Catecismo Católico para Adultos
La doctrina cristiana reconoce y
confiesa que, concedida por Dios al hombre, "la fe es un camino de vida y aporta
al ser humano una nueva visión del mundo, de la vida y del sentido de la
existencia".
El Catecismo nos recuerda que la fe surge por la escucha de la predicación. Por lo cual, Cristo vino a este mundo a enseñar la fe que, posteriormente habían de propagar los apóstoles y sus sucesores. Por ello el asentimiento a la verdad revelada no puede quedar relegado al ámbito de las convicciones interiores "sino que ha de manifestarse al exterior por medio de la profesión de la fe, el testimonio y la predicación".
La fe es un camino que hay que recorrer fundados en la esperanza, que nos permite conocer el fin. Es un cambio radical de los puntos de vista y modos de conducta habituales. Cambio sólo posible porque la fe es la respuesta a una llamada previa. "La fe es en cierto modo una declaración de amor a Dios al que sólo se puede responder nada más que con amor" (Catecismo General de Adultos).
En este camino al creyente se le hacen extrañas con frecuencia las opiniones del mundo, pero también al mundo le sorprende las convicciones de la fe. Las contradicciones de la vida, el sufrimiento injusto y la muerte parecen contradecir el amor de Dios. Ante ese escándalo, el creyente ha de profundizar su fe. Constantemente tenemos que "creer contra el mundo".
Catecismo de la Iglesia Católica
La 1ª parte, dedicada al
contenido del credo cristiano, trata el tema de la fe en el
momento de exponer la naturaleza del acto de creer (14-184). Más tarde aparece
en la 3ª parte, dedicada a la vida del hombre en Cristo, cuando explican las
tres virtudes teologales como fundamento de la vida moral cristiana
(1814-1816).
En esta 3ª parte del catecismo al
hablar de la fe como objeto de la
moralidad y el primero de los deberes
del comportamiento moral cristiano nos dice: "Nuestra vida moral tiene su
fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la obediencia de la fe" (Rom 1,5; 16,26)
como de la primera obligación. Hace ver en "el desconocimiento de Dios el principio y la explicación de todas las
desviaciones morales" (Rom 1, 18-32).
"Nuestro deber para con Dios es creer en Él y dar testimonio de Él". (CEC 2087).Continúa situando con el deber moral de preservar y alimentar el don de la fe en referencia con el primer mandamiento del decálogo: "El primer mandamiento nos pide que alimentemos y guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe y que rechacemos todo lo que se opone a ella" (CEC 2088).
Cuatro conclusiones:
- En la fe funda el hombre toda su existencia en Dios.
- La fe es la respuesta del hombre a la revelación que Dios ha hecho de sí mismo.
- La fe es, por tanto, un don gratuito inestimable de la gracia iluminante de Dios.
- La fe es también un acto libre y responsable del hombre. Es encuentro, comunicación y amistad con Dios, plenitud de sentido y salvación del hombre entero.
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